Günter Blümlein jamás será olvidado, hablamos de uno de los ejecutivos más brillantes de la industria relojera. Blümlein fue el hombre que presidió el renacimiento de tres marcas que se han convertido en tres grandes nombres de la relojería: Jaeger-LeCoultre, IWC y A. Lange & Söhne, que se sumaron al portafolio de Richemont en el año 2000 a través de Manufactures Horlogères SA (LMH).
Blümlein había aceptado supervisar todas las marcas de relojes del Grupo Richemont, pero falleció inesperadamente en 2001, después de una enfermedad, a la edad de 58 años.
Además, logró recrear un centro de excelencia relojera en Alemania, con una marca excepcional que logró un éxito inmediato: A. Lange & Söhne, en colaboración con otro grande, Walter Lange (29 de julio de 1924-17 de enero de 2017).
Era un genio universal. Ha habido dos grandes expertos en la industria relojera suiza (de la era moderna): uno era Nicolas G. Hayek (fundador del Swatch Group), y el otro era Günther Blümlein. Walter Lange.
No se puede dejar de reconocer las cualidades que ya había transmitido a las otras dos marcas que dirigió: extrema precisión, atención inquebrantable a las formas y la calidad, un enfoque serio y una comunicación constante y congruente.
Günter Blümlein también sumó responsabilidades gerenciales que le permitieron destacar como un hombre respetuoso con los demás. Siempre logró establecer un ambiente social excepcional en sus empresas. De acuerdo a quienes lo conocieron, era un hombre sensible, abierto y disponible para los demás.
Günter Blümlein, marca por marca
Se convirtió en ingeniero y trabajó como gerente en la división de relojes del grupo industrial alemán Diehl. En 1956 Blümlein tuvo su primera experiencia como experto en reestructuraciones cuando se unió a Junghans en la década de 1970. En 1980, se trasladó a VDO Schindling AG, un fabricante de velocímetros de automóviles, que acababa de adquirir las empresas IWC y Jaeger-LeCoultre en 1978. Estas dos empresas incipientes se unieron a Les Manufactures Horlogères (LMH) encabezada por Blümlein. En 1990, Blümlein, como consejero delegado de la sociedad matriz, incorporó al recién fundado A. Lange & Söhne. También llevó a cabo las negociaciones comerciales con Richemont SA, que adquirió LMH en 2001. Hasta su prematura muerte, Blümlein hizo una contribución significativa a la integración de las tres marcas de relojes en el grupo de lujo con sede en Ginebra.
IWC y Jaeger-LeCoultre no existirían hoy sin la contribución esencial de Mr. Blümlein. En la década de 1980, mediante la racionalización rigurosa de la gama de productos, los reajustes estratégicos y las inversiones en ambas empresas.
Blümlein inició el enfoque de Jaeger-LeCoultre en el objeto de culto del Reverso. Ayudó a IWC a lograr un nuevo perfil con conceptos de productos innovadores como IWC Grande Complication (pionero en el principio de complicaciones modulares) y más tarde Il Destriero Scafusia. Iconos del diseño como el DaVinci, el Mark XII (hoy Spitfire) o el portugués surgieron bajo su régimen.
Pionero en la apertura de manufacturas
Blümlein provocó la apertura y visitas a las manufacturas, prácticamente cerradas al público y prensa previo a la década de los 90, inició con IWC, Jaeger-LeCoultre y A. Lange & Söhne.
Trabajó con “cracks” de la industria
Los nombres en sus equipos de trabajo son de muchísimo peso: Henry-John Belmont, Reinhard Meis, Giulio Papi. Además promovió las escuelas de relojería y la búsqueda de talento en nuevas generaciones, programas de los cuales surgieron talentos como: Jean-François Mojon, Richard Habring, Robert Greubel, todos ellos ex IWC; ejecutivos como Jérôme Lambert y Maximilian Büsser en Jaeger-LeCoultre, y Uwe Ahrendt, Anthony de Haas y Christine Hutter en A. Lange & Söhne.