El arte de hacer relojes tiene siglos desarrollándose, y son las Manufacturas las que cuentan esa historia. Aquí pretendemos brindar honor a quien honor merece: las Casas relojeras más antiguas.
La palabra manufactura, que denomina todo lo hecho a mano, está íntimamente ligada al mundo de la relojería por obvias razones, así que no es extraño que al pensarla nuestra mente automáticamente se dirija hacia aquello que implica tradición, trabajo artesanal, destreza, excelencia e innovación. Al reunir todas estas cualidades y desarrollarlas por más de dos siglos les añade la perfección, la sabiduría y la experiencia que solo el tiempo otorga.
Hablar de empresas relojeras es referirse a las firmas que se ocupan de cada paso de sus producciones, es decir, que diseñan, desarrollan y producen todas las piezas que componen un reloj. Además de producir objetos excepcionales, las Manufacturas relojeras se consagran, no solo a la preservación de su raigambre, sino a mantenerse innovando en cuanto a diseño y tecnología.
Por eso no es casualidad que las firmas relojeras más antiguas del mundo sean también aquellas que constantemente aparecen en los rankings como las mejores y más apreciadas por los amantes de la alta relojería, pues en este ámbito, ¿y cómo no? El tiempo cuenta. Estas Casas relojeras han logrado permanecer a lo largo de la historia, gracias a aquellos artesanos que eligen perfeccionar el legado que les ha sido heredado para enriquecerlo y cederlo a sus sucesores.
Cuando se busca establecer cuál es la Manufactura más antigua generalmente hay discrepancias, entre las fechas exactas de fundación o si continuaron trabajando continuamente o cesaron para retomar después. En esta ocasión nos enfocamos en aquellas que nunca detuvieron su producción y mantuvieron su operación ininterrumpida desarrollando, perfeccionando y fabricando piezas que han marcado el curso de la relojería para siempre.
Blancpain
La longeva historia de esta Maison comienza en 1735 cuando Jehan-Jacques Blancpain se establece en Villeret, Suiza, en un pequeño taller que fincó en el último piso de su casa. Así permaneció hasta que casi un siglo después, en 1815, su nieto lo modernizó y empezó a desarrollar novedades que marcarían la vocación de la marca hasta nuestros días. La pequeña empresa relojera se conservó por siete generaciones en manos de la familia Blancpain hasta el fallecimiento de Frédéric-Emile Blancpain en 1932, quien la deja en manos de su colaboradora de años, Betty Fiechter, la primera mujer en ocupar un puesto directivo en una de las mejores Manufacturas relojeras establecidas.
Otro hito importante ocurrió ya en el siglo XX cuando, en 1961, la Manufactura se une a la Société Suisse pour l’Industrie Horlogère (SSIH) y se establece como productora de movimientos mecánicos para otras marcas pertenecientes a la SSIH. Su creación más icónica es, sin duda, el primer reloj de buceo moderno, el Fifty Fathoms, que reunía un grupo de complicaciones creadas por el entonces director de la Manufactura, Jean-Jacques Fiechter, en 1954.
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Jaquet Droz
Con casi 300 años de historia, esta firma fue fundada en 1738 en La Chaux-de-Fonds, Suiza, por Pierre Jaquet Droz, un vanguardista absoluto que se ha diferenciado de sus colegas por la fabricación de fantásticos autómatas que integra en sus relojes. La Manufactura Jaquet Droz se caracteriza por su temprana internacionalización, pues fue de los primeros en llevar su trabajo a España y más adelante a Londres y China. Sus piezas, tan exquisitas como disruptivas, además de sus curiosos autómatas, están decoradas con una cualidad artística difícil de superar, transformando sus instrumentos en mucho más que objetos para medir el tiempo.
Sus complicaciones son verdaderas obras de arte que integran música y movimiento, por lo que mirar la hora se convierte en toda una experiencia que apela a prácticamente a todos los sentidos. Uno de sus lanzamientos fundamentales ocurrió en 1785 con el Grande Seconde Enamel, un modelo icónico que se retomaría en el siglo XXI con la presentación de The Pocket Watch, inspirado en él y que deja constancia de una tradición que ha permanecido inmutable a través de centurias y que los ha mantenido como verdaderos Métiers d’Art.
Vacheron Constantin
Fue fundada en 1755 por Jean-Marc Vacheron, y suele disputarse el puesto de la Manufactura más antigua del mundo con Blancpain, pues Vacheron Constantin, a diferencia de Blancpain, ha tenido actividad ininterrumpida desde su creación en Ginebra, hace 269 años. Apenas estableció su taller, Jean-Marc se hizo de un aprendiz, lo que deja claro su intención de transmitir su maestría artesanal. Y así ha sido desde entonces, pues heredó su factoría a su hijo Abraham, quien la mantuvo funcionando a pesar de los tiempos difíciles que atravesaban debido a la Revolución Francesa y la ocupación de Ginebra, mientras enseñaba el oficio a su hijo Jacques Barthélémi.
Cuando este asumió el mando de la firma empezaron a producir piezas más sofisticadas y a exportar sus relojes a Francia e Italia. También fue Jacques Barthélémi quien tuvo el tino de asociarse con François Constantin, de donde surge el nombre que prevalece hasta nuestros días: Vacheron et Constantin. Entre sus piezas más icónicas se encuentra el Les Cabinotiers Dual Moon Grand creado para celebrar sus 250 años de actividad continua y cuenta nada menos que con 16 complicaciones.
Breguet
El fundador de esta Maison relojera nació en Neuchâtel, pero fue en París en donde abrió su primer taller, en 1775. Las creaciones de la Manufactura de Abraham-Louis Breguet muy pronto se convierten en favoritas de las cortes reales de la época. Entre las más entusiastas admiradoras de su trabajo estaba María Antonieta en cuyo honor el relojero creó, por encargo de un guardia real, el Marie-Antoinette, que integraba todas las complicaciones las funciones y el refinamiento conocidos. Otro de sus notables adeptos fue Napoleón, quien ordeno la fabricación de tres relojes antes de partir a Egipto en donde necesitaría piezas “sólidas y confiables”.
Desde sus inicios, Breguet se distinguió por sus innovaciones que cambiarían para siempre el curso de la relojería, entre ellas destacan la incorporación del guilloché en sus piezas, la invención del “espiral Breguet” y, por supuesto, el tourbillon, creado en 1801, con el que logró combatir los efectos de la gravedad y que se convertiría en una de las complicaciones más valoradas en el mundo de la relojería. Dos de sus más recientes lanzamientos hacen honor a esta icónica complicación: los Classique 5177 y 7787.
Girard-Perregaux
Jean-François Bautte, fundador de esta Manufactura, estampó su firma por primera vez en uno de sus relojes en 1791. Bautte fue pionero en el establecimiento de una Manufactura en toda la extensión de la palabra pues, tras unir fuerzas con Jacques-Dauphin Moulinié, fundaron Moulinié & Bautte, dedicada a la colocación de cajas. Diez años después se les unió Jean-Gabriel Moynier y se convirtieron en Moulinié & Bautte & Cie. Fue bajo ese nombre que reunieron a diversos artesanos, cada uno especializado en una labor específica y empezaron a crear exquisitas piezas de relojería que fascinaban a propios y extraños.
Así, la fama de Jean-François alcanzó la literatura y las cortes reales pues Dumas y Balzac escribieron sobre él, la reina victoria y la emperatriz de la India adoraban sus creaciones. Más de un siglo después de su fundación, la Manufactura fue adquirida por por Constant Girard-Gallet, dueño de la Manufactura suiza de relojes Girard-Perregaux, que ha preservado su legado y su vocación innovadora durante más de dos siglos. Entre sus grandes contribuciones al mundo de la relojería destacan el famoso tourbillon de tres puentes de oro y entre sus más icónicas creaciones está la colección Laureato, lanzada en 1972.