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La casa ginebrina no solamente desarrolla instrumentos de escritura «a tinta», su historia es mucho más rica y profunda y, hace raíces –literalmente–, a partir de la utilización de la madera para la construcción de sus primeros útiles, que le seguirían a la fábrica de crayones Caran d´Ache surgida en 1924 (como tal); actualmente la manufactura ginebrina es la mayor proveedora de crayones, estilográficas y plumas, lápices y grafitos del país helvético, y además la más responsable.
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En esta oportunidad, tenemos el privilegio de presentar una colección que surge a partir del corazón de las maderas preciosas, condición que nos obliga a mirar algo más que un lápiz de uso común, se trata de una línea exclusiva que explora el uso realmente sorprendente gracias a la nobleza de maderas exóticas: Álamo plateado, Azobé africano, Verde Zebrano y Gris Poplar, las cuales, aunadas al expertise de casa, os regalan un objeto refinado de belleza innegable 100% natural, certificada por la OLB (Origen y Legalidad de la Madera) y el FCS (Consejo de administración Forestal).
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Verde Zembrano: Rayas finas de color verde y caqui vuelven a la vida a esta madera preciosa. Sus fibras de color son extrañamente fascinantes… la naturaleza posee secretos que la ciencia no puede entender.
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Gris Poplar: La veta de esta especie sigue un patrón inusualmente regular y arenado. Su sombra sutil resalta puramente la belleza de esta madera.
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Azobe Africano: Carácter refinado con nobleza natural. La luz marmoleada resalta un cuerpo de color chocolate calentado por el sol de África acentuando la personalidad de este rey del bosque tropical.
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Álamo plateado: Su cuerpo bronceado es tocado por rayos de luz plata. Su veta crea un maravilloso juego de contrastes de luz y oscuridad.
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Esta tercera versión de la colección de “Los Colores de Caran d’Ache” reúne a estos 4 lápices exclusivos en un estuche elegante y contemporáneo.
ESCRITO PORMarco Alegría
…Ya entendería yo, con cada pieza de alta relojería, que la mayor parte de lo que llamamos extraordinario se disfruta sin percatarse del paso del tiempo, pero mirando el reloj.