Frédérique Constant, una manufactura relativamente nueva, podría decirse, pero ¿qué no todo en esta vida lo es alguna vez?, es decir, cada cosa, persona o disciplina vivió una especie de nacimiento, y a pesar de que la cualidad de Alta Relojería normalmente se acompaña por una gran herencia y tradición, existen casas dedicadas al arte de hacer relojes a las que las mueve e impulsa un sentimiento muy particular: la pasión.
Es así que dicha cualidad ha sido la brújula perfecta para Frédérique Constant, que además lo lleva a conducirse en un mundo competido y competitivo; lleno de sensibilidad y perfect timing. La idea es básicamente simple: hacer uso de un impulso como la pasión, que jamás se modifica, es inherente e inexplicable, fruto del carácter individual de cada ser humano, y al cual el tiempo no puede modificar, este impulso constituye la verdadera fuente de inspiración para la marca.
Pero de qué sirve tanto esfuerzo si no se documenta. La idea de realizar un libro basado en la historia de la Manufactura ginebrina surgió en el Rockefeller Habits de Amsterdam, sin embargo, no debería ser un documento histórico y nada más, debía ser capaz de transmitir cada pedazo legado emocional que nos representaba la marca, hacer una especie de «vademécum» de filosofía de la empresa a largo plazo, un libro que sirva para seguir motivando a quien trabaja, ya sea en Frédérique Constant, Alpina y Atelier de Monaco. Con este libro se pretende mostrar –en un futuro– en detalle a las nuevas generaciones aquello que sus padres han dedicado tanto tiempo en los últimos veinte años.
«Así fue como en silencio comenzamos a desarrollar un borrador del libro. Con la ayuda de Gisbert Brunner y Alexander Linz, conseguimos poner en orden algunas ideas y datos sueltos. La temática de este libro se centra en el negocio y los aspectos mercantiles de la empresa, a nuestro propósito principal, que es permitir que más gente disfrute del lujo y de los valores esenciales de una manufactura, apoyados por imágenes que cuentan una historia»: Aletta y Peter Stas,