A lo largo de la historia, la humanidad siempre se ha preocupado por medir el tiempo. Desde el reloj de sol, de agua, de arena y de péndulo, hasta los de última tecnología, la necesidad de establecer un parámetro que diera un lugar a los acontecimientos de nuestra vida ha sido esencial. Una vez dominado el arte de medir el tiempo, se presentó, casi de forma espontánea, un nuevo desafío: la precisión.
Quizá ya ni pensamos en ello, pero naturalmente, la cualidad principal que esperamos de un instrumento para medir el tiempo es justo esa: la precisión, aquella que damos por sentada. Nos ocupamos de la apariencia, de las distintas complicaciones, de la comodidad, de la belleza de la pieza, asumiendo que la medición del tiempo que nos otorga está de acuerdo con la realidad establecida.
Pero ¿qué es exactamente la precisión en un reloj?
Partiendo de que un reloj es un instrumento de medición, es decir, una herramienta que nos permite expresar en valores numéricos establecidos una magnitud determinada que puede ser naturalmente más o menos exacta, un reloj preciso es aquel que fue construido con el objetivo de obtener los mejores resultados, es decir, de ser lo más riguroso posible.
Ya que el tiempo es una magnitud de la naturaleza, su medición tiende a variar, puesto que se ve afectada por diversos factores impredecibles atribuibles al contexto en el que se encuentra. Así es que un reloj preciso es aquel que tiene la capacidad de registrar valores con la menor variación posible respecto de mediciones sucesivas. Dado que siempre hay un margen de error, mientras menor sea el margen, más preciso es el reloj.
Actualmente, existen, en grandes rasgos, cuatro tipos de reloj: mecánicos, de cuarzo, híbridos e inteligentes. Pero son los mecánicos los que producen más fascinación y son, casi siempre, los favoritos de los coleccionistas debido a su complejidad y a la minuciosidad necesaria para su fabricación, pues se requiere de múltiples piezas que interactúan entre sí moviéndose para generar la energía necesaria para que el reloj funcione.
Los relojes mecánicos pueden ser de dos tipos: manuales y automáticos. A los manuales hay que proveerles de energía dándoles cuerda cada determinado tiempo, mientras que los automáticos se abastecen de la energía generada por el movimiento de quien los porta.
En el caso de los manuales, la cuerda que se le da girando la corona hace que se enrolle una pequeñísima espiral que hay en su interior que se va desenrollando, creando así el movimiento necesario para su funcionamiento.
En el caso de los automáticos, la espiral se enrolla con la ayuda de una pieza llamada rotor que gira gracias a los movimientos de la muñeca, por lo que no es necesario darle cuerda. Ambos tipos de movimiento comparten muchas similitudes en el diseño de la maquinaria o calibre, el cual se compone de al menos cuatro elementos básicos: un motor o fuente de energía, un órgano regulador, o medio de transmisión, un rodaje, y un escape que controla el flujo de energía.
Ya que la precisión de un reloj depende de la constancia de la energía que lo impulsa, es necesario que su frecuencia permanezca inalterable, es decir, no depende de la magnitud de la frecuencia, sino de su estabilidad. La frecuencia es la cantidad de vibraciones u oscilaciones que realiza el órgano regulador en una cantidad de tiempo establecida, que puede ser un segundo o una hora, y se miden en Hertz (HZ) o vibraciones por hora (VpH).
En el caso del reloj mecánico, una vibración es equivalente a un giro del balance. Los relojes más rápidos, o de alta frecuencia, mantienen más fácilmente su estabilidad, lo que aumenta su precisión, pero también el desgaste de las piezas. Es por eso que la mayoría cuenta con joyas (como rubíes o zafiros) como parte de su mecanismo, pues estas son más resistentes al desgaste que ocurre al entrar en contacto con el metal.
En cambio, los relojes de cuarzo, desarrollados sobre todo a finales de los años sesenta, requieren de un componente eléctrico que los impulsa: una batería que manda energía a un cristal de cuarzo y lo hace vibrar a una frecuencia exacta, lo cual los hace más precisos que los mecánicos, más económicos y pueden mostrar la hora de forma análoga, digital o mixta.
En este caso, la generación de energía, que proviene de una batería externa, se mantiene más estable, lo que ayuda mucho a su precisión, pues tienen una desviación de tan solo +- 0.07 segundos diarios. En el caso de los relojes mecánicos, la desviación promedio es de -4/+6 segundos diarios.
La búsqueda por la precisión
Naturalmente, los primeros relojes creados tenían un amplio margen de error, así que, desde entonces, se ha dado una carrera por la precisión que no ha cesado hasta nuestros días. Por lo tanto, las maisons relojeras se han esmerado por fabricar piezas cada vez más precisas, y una de las firmas que más se ha ocupado de este aspecto fundamental es, sin duda, Patek Philippe, que, en 1881, patentó su regulador de precisión. Así iniciaba la larga lista de patentes que obtendría demostrando su pasión por la innovación.
En 1944, la firma gana un número récord de primeros premios de precisión en el concurso del Observatorio Astronómico de Ginebra. En el mismo Observatorio, en 1962, un movimiento de Patek Philippe con su tourbillon logra un récord de precisión para un reloj mecánico que, hasta el día de hoy, nadie ha podido igualar, y con el cual el compromiso de la firma con la precisión queda más que demostrado.
El uso de nuevos materiales ha jugado un papel determinante en cuanto a precisión se refiere, así que las Casas relojeras han introducido en sus relojes nuevos materiales como el silicio, utilizado por primera vez por Ulysse Nardin, que lanzó el Freak original en 2001, el primer reloj del mundo con componentes de este material.
El silicio fue usado también por Patek Phillipe en 2017 para su espiral de silicona Spiromax, utilizada en el Aquanaut Travel Time Ref. 5650G, considerado el reloj más preciso del mercado con una desviación de tan solo +0.5/-0.5 segundos al día cuando la media de un reloj con componentes metálicos es de +6/-6 segundos al día, una verdadera proeza mecánica. Otra Casa muy comprometida con la precisión es, la “relojera de los relojeros”, Jaeger-LeCoultre, que, desde sus inicios, se enfocó en producir pequeñísimas piezas que le permitieran conseguir los calibres más precisos.
IWC Schaffhausen también posee calibres de alta precisión, como el 89, y materiales innovadores como la caja de hierro dulce, que protege el movimiento del reloj de los campos magnéticos, lo que incrementa su precisión. Omega, por su parte, es acreditada por la precisión de las piezas que produce y su reconocida certificación Master Chronometer, que garantiza que sus piezas son hasta cinco veces más precisas que cualquier otro cronómetro con certificación oficial, como la Contrôle Officiel Suisse des Chronomètres (COSC) con criterios de precisión de -4/+6 segundos.
Last but no least, está Rolex, quien tiene su propio estándar de precisión formulado en 1950 y reforzado en 2016. La certificación Cronómetro Superlativo se obtiene sometiendo el movimiento de cada reloj –que ya ha obtenido la certificación de COSC– a un ciclo de 24 horas durante las cuales se coloca en siete posiciones fijas y se expone a una rotación dinámica para simular el uso real.
Es importante señalar que esta prueba se realiza una vez que el movimiento ha sido encajado (proceso que podría afectar la precisión). El criterio para obtener la certificación es no exceder los –2/+2 segundos de desviación diarios, bastante más estricto que el estándar de COSC que es de –4/+6 segundos por día.