En la relojería de alta gama, muchos periodistas seguimos la tendencia que las grandes compañías relojeras, con mayor tradición en el arte de la manufactura de guardatiempos, ha trazado desde su origen, pero de vez en cuando surgen fenómenos comerciales que sacuden todo lo conocido mediante a sus diseños, tecnologías e incansable nivel de creatividad.
Tal es el caso de Bell & Ross, que ha logrado apropiarse de un mercado más juvenil mediante el diseño espectacular de sus piezas, pero, ¿de dónde surge tal idea?, ¿cuál es su fuente de inspiración? Hace algunos años, cuando iniciaba mi trayectoria como periodista de relojes, tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a Carlos Rosillo, CEO de la casa relojera francesa, y mi primer pregunta fue precisamente la que acabo de plantear, y a la que él contestó lo siguiente: “Surge de una herencia militar y los instrumentos de a bordo de una cabina de pilotaje”. Esta línea creativa parece inagotable y su éxito ha sido ampliamente probado por diferentes marcas relojeras y la industria en general.
El año pasado fuimos testigos de un boom por los relojes inspirados en la aviación, me atrevo a suponer, que dicha tendencia fue ocasionada -en parte- gracias a la notoriedad que Bell & Ross brindó a los guardatiempos de este tipo, en estos tiempos, en recuperar una herencia y un legado «alado», y rendir un homenaje muy puntual, lo que nos conduce a la siguiente pregunta: ¿qué elementos en la vida de un ser humano se deben conjuntar para liberar una idea genial?
La respuesta está implícita en la vida y trayectoria del Director Creativo de Bell & Ross, nos referimos a Bruno Belamich, quien desde pequeño desarrolló una pasión por el dibujo y durante su adolescencia adquirió una ola de creatividad tecnológica correspondiente a la década de los años 80, lo cual no hizo sino enriquecer el potencial imaginativo de aquel joven inquieto.
Como respuesta a dichas cualidades inherentes a su personalidad, su interés por la relojería comenzó a raíz de la transformación y predilección de la vasta clientela por los mecanismos de cuarzo y las configuraciones deportivas posibilitadas gracias a las recientes tecnologías implementadas en la industria. Sin embargo un regalo de su padre durante su cumpleaños número 16, decantaría el interés de Bruno Belamich por la relojería tradicional, privilegiando con ello los movimientos mecánicos, pero salpicados por los avances tecnológicos de la época.
Los siguientes años serían decisivos para la carrera de nuestro personaje, pues cada momento determinaría el camino a seguir desarrollando una visión futurista que años más tarde generaría un estruendo relojero debido a sus ideas. Después de desempeñarse como diseñador en diferentes disciplinas, Bruno Belamich trabajó directamente para Sinn, una empresa alemana especializada en la construcción de instrumentos de a bordo y navegación, misma que ofreció a Belamich su primera inmersión real en el mundo de la aeronáutica.
Aquel encuentro y la afinidad entre Helmut Sinn y Bruno Belamich, detonado por la pasión compartida, se traduciría en un proyecto de tesis, titulado “El lanzamiento de una marca de relojería especializada en la producción de guardatiempos funcionales para uso profesional”, concepto que fusionado con los estudios financieros de un amigo de la infancia, Carlo Rosillo, combinarían dichas habilidades complementarias para la creación y fundación de Bell & Ross.
Dichas especificaciones y estándares militares los llevaron a trabajar con maestros relojeros, ingenieros, diseñadores y profesionales, quienes de inmediato comenzaron a reflexionar sobre un logotipo para sentar las bases de la marca, finalmente lanzada en 1994.
La visión creativa de los relojes militares se basa en tres colecciónes: Vintage, Aviation y Marine, y cada una de ellas corresponde a una etapa clave dentro de la historia de la aviación.