Hemos abordado el sinfín de historias que se sucedieron justo el año en el que Ferdinand A. Lange viera la luz, y hablando de ello, toca platicar de un invento que salvó cientos o miles de vidas durante la época. Patentada en 1815, la lámpara de seguridad de Davy, inventada por el químico inglés Humphry Davy, fue un artefacto que sirvió de gran alivio para las familias de los mineros y los propios trabajadores.
Imagínese que en esa época y a esa profundidad, la única fuente de luz era el fuego, una luz incandescente que funcionaba gracias a la combustión, lo cual era riesgoso debido a que las minas no solamente cuentan con metales preciosos, sino con gases como el metano, mismo que reacciona ante la menor provocación generando una explosión tan grande como la que usted pueda imaginar.
La observación fungió como método científico para Davi, quien se percató que mezclas altamente explosivas de metano y aire podían no hacer ignición cuando se confinaban en tubos metálicos alargados de menos de 3.5mm de diámetro. Esto inspiró la idea de contener la flama de la lámpara de los mineros en un cilindro compuesto de un material que mantenía la temperatura del gas flamable por debajo de la temperatura de ignición y con esto se prevenían las explosiones del gas. No obstante, debido a esta razón la flama era sumamente débil, resultando en una iluminación bastante moderada. Para 1884, Carl Wolf de Zwickau ideó una lámpara de cristal cilíndrico de silicato de boro, que iluminaba de mejor, un invento de origen sajón.