Los relojes deportivos y de dimensiones extendidas se convirtieron en un instrumento que el hombre debe tomar en cuenta a la hora de tomar una decisión de compra que, lejos de ser horológica responde a la pasión, al diseño y a la voluntad de querer ser más que el resto, mostrarse en todo su esplendor y lucir una muñeca puntual, potente y masculina.
Girard-Perregaux es una Casa que entiende el modernismo desde sus orígenes, los cuales nos remontan a 1791 y a la genialidad del ginebrino Jean-François Bautte, quien firmaba relojería a finales del siglo XVIII y que comenzaría a cimentar lo que en 1906 fuera renombrado a Girard-Perregaux, un matrimonio fuera de lo común, tal como la maravillosa familia Hawk, develada en 2012.
Su impresionante caja de 44 mm de diámetro está ensamblada gracias a 62 piezas, por lo que requiere un altísimo grado de expertise, y de horas hombre destinadas a su montaje. Asimismo, la estructura incorpora elementos de cerámica y caucho para conseguir la resistencia necesaria, basta decir que su bisel es irrayable debido a su dureza de 1.400 Vickers, material que se replica en pulsadores y corona.
Asimismo, el detalle de su carátula recupera la inspiración de los famosos puentes del torbellino de Girard-Perregaux, mientras que el segundero pequeño parte a las 3 h y un contador de minutos está situado a las 9, para finalizar con las indicaciones a las 6 horas, donde apreciamos una apertura en el «dial» para el fechador.
Finalmente, el motor ha sido desarrollado en casa, se trata de un movimiento mecánico automático de cronógrafo que late a 28,800 a/h, y lo seguirá haciendo durante al menos 46 horas, está dotado de 61 piedras y es visible gracias al fondo de cristal de zafiro asegurado con seis tornillos.