La historia y legitimidad en la precisión y en la creación de objetos de leyenda en la industria relojera es ineludible a TAG Heuer, que en 1969 presentó el primer reloj de remonte automático con caja cuadrada y con garantías de hermeticidad.
Su creador, Jack Heuer, buscó darle un nombre inspirado en la legendaria competencia de F1, el Gran Premio de Mónaco, y la pieza se exhibió con un código estético que permanece en la mente del coleccionista como un must have de la relojería contemporánea.
Su caja está realizada en acero inoxidable, la carátula se presenta en color azul marino como base, los totalizadores destacan en color blanco, mientras que los vivos rojos para las agujas e índices acompañan el conjunto, asimismo la corona se sitúa del lado izquierdo y los pulsadores aparecen en el otro extremo.
Al interior latía el movimiento Calibre 11, célebre por ser, junto con El Primero de Zenith, los primeros “motores” de cronógrafo con remonte automático. Adicional a su configuración estética, la leyenda del Monaco incrementó gracias a la utilización del reloj por el piloto suizo Joe Siffert y de la leyenda de la pantalla grande, Steve McQueen, quien lo portó en la cinta Le Mans de 1971.
Homenaje en nuestro tiempo
Tras el cese de la producción de la pieza, TAG Heuer ha decidido recuperar al original gracias a un tributo apegado a la originalidad de aquella pieza: 39 mm de diámetro para la caja, apertura para el fechador en punto de las 6 horas, y la recuperación del logotipo Heuer a las 12, garantizan el éxito de esta pieza animada por el Calibre 11 (Dubois Dépraz), efectivo para trabajar durante 40 horas de autonomía. Finalmente, el reloj se abraza al pulso gracias a una correa de piel de becerro color negro, muy similar a la original de 1969.