La innovación de una marca independiente como lo es DeWitt continúa su marcha gracias a la concepción de uno de los mecanismos más importantes en la relojería, el tourbillon. Quizá usted, estimado lector, no conozca a ciencia cierta los principios de este mecanismo, y por ende su complejidad.
Solo déjeme decirle que la gravedad atrae hacia su centro a la espiral (órgano regulador), y con ello el isocronismo de la misma se ve afectado, lo que significa que la precisión también. Es por ello que Abraham-Louis Breguet desarrolló un sistema que ingrese al órgano al interior de una jaula que le hará rotar sobre su eje, a 90 grados, con velocidad de una vuelta por cada minuto, eliminando el efecto negativo anteriormente mencionado.
Dicha jaula debe pesar menos de 1 gramo y, generalmente está compuesta por más de 80 piezas, lo que realmente indica la complejidad de poder desarrollar este nivel de micromecánica. Así pues, en Suiza hay muy pocas Casas relojeras con el expertise y las herramientas necesarias para producir un torbellino, y DeWitt, encabezada por Jérôme DeWitt, un genio de la industria que aporta creatividad y soluciones en cada uno de sus relojes, por lo que este torbellino está hecho en casa.
Así pues, el calibre DW 8030 está desarrollado para que vibre a una velocidad de 18,000 alternancias por hora, posibilitando una reserva energética de 65 horas, sin importar el amplio consumo energético del doble mecanismo saltante para las horas y minutos.
La estética: el reloj está construido en caja de oro rosa de 46 mm de diámetro, mientras que las célebres columnas imperiales se replican en el perfil de la misma y, en la carátula nada –¿Cómo?– La ausencia de la misma luce la complejidad del mecanismo y la belleza de la mecánica.