El Cantón del tiempo, un sitio que dio vida a algo más que una industria: un modo de vivir, una forma de pensar y de hacer las cosas, así es el Cantón de Neuchâtel. Dotado de los sitios horológicos de La Chaux -de- Fonds y Le Locle. Sus coordenadas marcan el ritmo histórico de la meca de la relojería suiza, siendo sitio de nacimiento de Manufacturas y de genios que marcaron la pauta y bases de lo que hoy disfrutamos en forma de guardatiempos. Abraham-Louis Breguet, Abraham-Louis Perrelet, Ferdinand Berthoud, entre otros.
Su importancia cultural traspasa las fronteras del Jura suizo, por lo que resulta también un destino obligado para los amantes del tiempo y de la arquitectura en función de la eficiencia. Resulta que la comuna de La Chaux -de- Fonds sufrió un incendio que consumió gran parte de las casas y talleres del lugar, ello instó a los pobladores, que ya se dedicaban a la horología y a otras artesanías, a orientar sus edificaciones para recibir la mayor cantidad de luz natural durante el día y, de tal manera que ninguna hiciera sombra a la otra, recibiendo por esta y otras razones el Premio Wakker de arquitectura en 1994.
Sus gélidos inviernos son sinónimo de reflexión y paciencia, ingredientes que detonan el potencial creativo y detallado en los relojes de la región, mismo que puede ser admirado en el Museo de Relojería de La Chaux -de- Fonds, o en el Museo de Relojería de Le Locle, situado en Château des Monts.
Neuchâtel es una región sumamente especial, un sitio como ningún otro, que da lugar a Manufacturas cuya historia comienza hace más de 200 años, un lugar para que sus visitantes comulguen con la evolución humana a partir de la medición del tiempo, pero también para admirar la dedicación que cada artesano imprime a su vida diaria.