Ginebra es una ciudad tan cultural que –por coincidencia– caminas unas cuadras posterior a una cita relojera y te encuentras con uno de los recintos artísticos más importantes de Europa, un museo que presume la historia de los ginebrinos y que nos narra la evolución de sus habitantes a través de diversos objetos.
Hoy dejaremos la relojería de lado para dar paso a las actividades esenciales que los nativos de esta emblemática ciudad llevaban a cabo a razón de su supervivencia o rutina diarias, y además presentaremos obras firmadas por artistas de la talla de: Picaso, Van Gogh, Monet, entre otros.
El museo fue construido entre 1903 y 1910 por el arquitecto ginebrino Marc Camoletti, quien tuvo a bien estar al frente de un proyecto que buscaba reunir –bajo el mismo techo– colecciones públicas entonces diseminadas, sin orden ni estructura. El número de obras supera el medio millón, de entre las cuales destacan algunas creaciones y series únicas, por lo que este “palacio cultural” se convierte en un referente internacional dedicado a la exposición de las artes aplicadas, las bellas artes y la arqueología.
Los numerosos hallazgos, testigos de más de 15,000 años de historia, nos trasladan al cómo han ido evolucionando las armas, los instrumentos musicales, las pinturas y las esculturas, mientras que en la actualidad destaca un proyecto de ampliación y renovación para los años venideros.
Para ubicarlos, el interior cuenta con 5 niveles, siendo el “0” por el cual se entra para obtener el cotizado boleto por un costo de… ¿? Cero francos suizos, podrá disfrutar de una experiencia inolvidable por un monto invaluable. El nivel 1 comprende una galería dedicada a las artes aplicadas, en donde destacan más de 800 instrumentos musicales, en su mayoría de cuerda, conservados de manera magistral por los curadores. Piezas procedentes de Francia y Suiza podrán ser apreciadas, mientras que encontramos también algunas otras procedentes de Norteamérica y el Perú. Igualmente, algunos salones históricos suizos, nos describen el interior de una habitación del siglo XVII. De la misma manera, si bajamos un nivel, podremos encontrar más de 23,000 objetos de la Edad Media hasta el siglo XX, con lo que podremos darnos una idea de lo que ha evolucionado el ginebrino y el hombre en general.
Destaca una sala de armaduras proveniente de la Edad Media hasta el siglo XVIII, que presenta recuerdos de “La Escalada”, conflicto bélico durante el cual los saboyanos quisieron apropiarse de la ciudad de Ginebra en 1602.
El Oriente Próximo cristiano constituye el punto álgido de este nivel, mientras que las artes copta y bizantina presumen bronces y objetos litúrgicos, además de algunos útiles realizados en cerámica.
Bajamos uno y dos niveles para descubrir los rasgos de la arqueología y arqueología regional, respectivamente, allí encontraremos la estatua colosal de Ramsés II perteneciente a 1290 – 1224 a.C., el retrato de Pompeia Plotina labrado entre el 118 y 120 d.C., y al ismo tiempo podremos observar un gran platón de plata de finales del siglo III y principios de IV d.C.
Llega el turno de subir –literalmente– al plato fuerte, y no es que las obras anteriormente citadas carezcan de trascendencia, por el contrario, pero cuando se llega al nivel 2 estamos mirando trabajos que nos quedan “a la mano”, pues datan de hace 600 – 900 años previo a nuestra existencia, obras que son, por alguna razón, sumamente apreciadas y valoradas por la evolución humana trazada en los lienzos a través del óleo y otras técnicas, hablamos de: Antonio Canova y su escultura Venus y Adonis (1789-1794); de La pesca milagrosa, realizada por Konrad Witz (1444); del arte de Jean-Baptiste Camile Corot en El muelle de los Pâquis en Ginebra (1842); de la representación de Ferdinand Hodler del maravilloso lago de Ginebra “El lago Lemán y el Mont-Blanc al alba (1918); y a destacar: El baño turco de Félix Édouard Vallotton (1907).
Conocidas como las bellas artes, el recorrido por estas colecciones permite abarcar varios momentos clave de la historia de la pintura occidental, además de presentar influencias italianas y flamencas, mientras que algunos conjuntos monográficos de artistas suizos –ginebrinos– como Liotard, Hodler o Vallotton, mantienen vínculos privilegiados con dicha ciudad a través de sus obras expuestas. Grata fue nuestra sorpresa al descubrir un apartado para Picasso, obras de Veronés, Monet, Giacometti y Rubens, que presentan escuelas y corrientes diferentes, pero que se refieren a lo mismo: al artista.
Ubicado en la Rue Charles-Galland 2, en Ginebra, los horarios se mantienen de lunes a viernes de 11 – 18 horas, visita ampliamente recomendada por esta redacción, que se topón con dicho museo de forma maravillosamente accidental, Watches World, los relojes de tu vida.