Así lleva por nombre la colección más clásica de la manufactura con sede en Le Brassus, pero fundada en Villeret hace más de dos siglos.
1735, tiempo y espacio donde nace la relojería de Blancpain bajo la primicia de brindar los relojes más precisos fabricados de manera artesanal. En esos años, era común que un relojero iniciara la construcción de cada pieza, y también que él mismo la terminara. Hoy en día Blancpain privilegia esta esencia para fabricar completamente la pieza de la manera más tradicional, luciendo los acabados a partir del expertise de cada persona destinada a la fabricación del reloj. Su apariencia clásica presenta una carátula retocada a mano en forma esférica, estética que exige un nivel técnico realmente demandante.
La complicación de la pieza reside en reflejar la luz gracias a su esmalte Gran Fuego, que revela los destellos de la luz y el logotipo “JB”, rindiendo homenaje a Jehan-Jacques Blancpain, que aparece entre los números: IV, V,VII y VIII, lo que indica una herencia de cómo firmaban –anteriormente– los esmaltadores sus carátulas.
Un reloj que jamás pasará desapercibido gracias a sus 42 mm de diámetro en caja –doublé ponme– de oro rojo de 18 quilates, sus agujas de hoja de salvia caladas, la apertura para el calendario en posición de las 3 h, su fondo de cristal de zafiro y el rotor decorado con Côtes de Genève, se conjugan para una estética sumamente atractiva, hermosa y tradicional. Si hablamos de las funciones, debemos mencionar al calibre de manufactura firmado con el número1335 para las horas, minutos y segundos.