WW-VERANO 2012. En un instrumento musical deben registrarse varias coincidencias para que emita sonidos: cómo dirigir los dedos, el aliento o las manos del músico para producir lo que conocemos como “música”, pero que no marca el tiempo. Ambos objetos, el reloj y el instrumento, fueron concebidos y elaborados de manera artesanal para funcionar a partir de que su poseedor los domine dándoles cuerda o tocándolos. Curiosamente, hay una innegable similitud entre ellos: son creaciones para provocar deleite y coincidentemente, son objetos que permiten explotar el lado artístico de quien se dedica a la música o del maestro relojero, dos disciplinas artísticas. A mi parecer, ambas actividades nunca han estado alejadas, es más, en mi mente y corazón no las conocí, comprendí y sentí de manera separada. Me explico: el reloj de mi abuelo cada hora emitía lo que para mí era la música esperada, pues sabía que su sonido presagiaba su próxima llegada para estar conmigo, o tal vez indicaba que era la hora de convivir en la comida. Asimismo, el sonido podía anunciar un momento de tristeza, puesto que me recordaba que era la hora de partir. Ese tic-tac, cuyo humilde objetivo aparentemente es hacer música, a través de complicaciones mecánicas ha logrado llegar a los sorprendentes repetidores de minutos, mismos que hoy en día nos permiten comprender el arduo trabajo detrás de una pieza y su complicación. Es decir, el reloj de mi abuelo emitía notas musicales cada hora por ser de casa, sin embargo, un repetidor de minutos -al accionar el gatillo de un reloj con esta complicación-, tocará distintos tonos musicales según las horas transcurridas, los cuartos de hora y los minutos, lo cual entraña más riqueza musical que la del reloj que colgaba del comedor de los abuelos. Sin embargo, en ambos casos es a través de la música que se interpreta el tiempo. Cada día, recurriendo a gongs, a mejores anillos sonoros, materiales y cajas que proyectan el sonido hacia afuera del reloj, los repetidores están más perfeccionados que nunca en su función de producir música y con ello, refrendan la maestría relojera de quienes los pueden ensamblar y hacer sonar. Y pensar que los guardatiempos se idearon en una época en la que no había luz y a pesar de ello era posible saber la hora. En contraste, hoy en día los tenemos como una de las máximas expresiones de los expertos en hacer relojes de complicación. El maridaje entre la música y la relojería, hace evocar las residencias de grandes personajes, los relojes de piso, de pared y hasta los monumentales, todos ellos ligados a la música. Sin saberlo, el abuelo hacia música al darle cuerda a su reloj y en el momento debido, el marcador del tiempo la emitía, ya que el repetidor de minutos ejecuta sus notas cuando su dueño quiere, indicándole el momento que transcurre. Indiscutiblemente, sin tiempo no hay música y sin música, el tiempo no se utiliza en su manera más sonora y artística. Es por ello que el músico tiene plena conciencia del tiempo y por su parte, el relojero de un repetidor de minutos conoce la música y los tonos que debe tocar su creación. ¡Lástima que no sé de música! De otro modo, podría decirle qué notas tocaba el reloj del abuelo, pues las llevo grabadas en mi memoria.
-Manuel Mejía-