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  WATCHES WORLD
Breguet 1176, reloj tourbillon con escape natural y transmisión huso-cadena .
  Dicho de otra forma: como no podía cambiar las leyes de la gravedad terrestre, optó por dominar sus efectos. En una palabra ¿Quién más que Breguet podía proponer un proyecto como ése, científicamente sólido y al mismo tiempo un poco optimista?
¿Por qué lo llamó tourbillon?
Toda esa coyuntura fue necesaria para que naciera el proyecto bauti- zado por su inventor como tourbillon, una palabra cuyo significado es con frecuencia mal interpretado, ya que se refería a la astronomía en un sentido hoy ya olvidado. Como se recoge en los grandes diccionarios del siglo XIX, que evocaban tanto a Descartes como a la Enciclopedia, la palabra servía para designar tanto un sistema planetario y su rotación sobre un eje único, como la energía que hacía girar los planetas en torno al Sol. Lejos del significado actual de rotación violenta o de tormenta incontrolable, la palabra elegida por Breguet es la de un hombre de los tiempos de la Ilustración que observaba el mundo antes de imitarlo, haciéndose eco de los filósofos del siglo XVIII que veían en la relojería una representación miniaturizada del cosmos. Y, en efecto, cómo no ver un pequeño mundo bien ordenado en este mecanismo que reúne el órgano regulador (volante espiral) y el órgano de distribución (rueda de escape y áncora) en una jaula móvil que gira con la regularidad de los planetas...
La patente
Para obtener su patente en 1801, en una Francia dominada por una administración poderosa y procedimental, Breguet tuvo que superar el obstáculo del expediente de solicitud, ilustrado con una lámina de acua- rela y precedido de una carta al ministro del Interior. Si consideramos
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que el tourbillon maduró en el espíritu de Breguet entre 1793 y 1795 (durante su estancia en Suiza), pasaron seis años entre su regreso a París y la obtención de la patente, el 26 de junio de 1801.
Transcurrieron otros seis años entre la obtención de la patente y las pri- meras ventas, que empezaron muy lentamente. Se comprende entonces que probablemente Breguet subestimó las dificultades de puesta a punto de este nuevo tipo de regulador –otro efecto de su habitual optimismo– y que los gastos considerables y los sacrificios que mencionó en su carta al ministro del Interior no cesaron en 1801... Abraham-Louis Breguet necesitó más de 10 años para desarrollar y hacer confiable este invento extremadamente complejo. El maestro hablaba de su invento cada vez que podía y aprovechaba las exposiciones nacionales de Productos de la Industria que se llevaron a cabo en París en 1802, 1806 y 1819 para elogiar este mecanismo, gracias al cual los “gardetemps” “conservaban la misma precisión de marcha, sea cual sea la posición, vertical o inclinada, del reloj”. Seguro de la pertinencia de su invento, que se podía incor- porar a varios tipos de relojes, Breguet y sus colaboradores realizaron 40 tourbillones entre 1796 y 1829, a los que se añadieron otras nueve piezas que nunca fueron terminadas y que figuran en los libros como pasadas a pérdidas y ganancias, desechadas o perdidas.
Primeros tourbillones y clientes distinguidos
Un análisis completo de los archivos disponibles permite establecer con precisión la lista y la historia de cada una de esas piezas. Hay 35 relojes, de los cuales, más de la mitad tienen una jaula que efectúa su rotación en 4 o 6 minutos, mientras que la patente describe una jaula que gira en un minuto. También hay otros cinco objetos únicos: un























































































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