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se ve constantemente atormentado por el frío, la falta de oxígeno, la presión ejercida por las inclemencias. En estas condiciones extremas, dos hombres de coraje y voluntad excepcionales se convertirían en los primeros en poner un pie en el Techo del Mundo: el 29 de mayo de 1953, a 8848 metros de altitud. Para los miembros de su expedición, ellos representaban la última esperanza de protagonizar esta primicia, dado que el monzón podía llegar de un momento a otro con sus tormentas de nieve. Movidos por una voluntad
y un tesón extraordinarios, el neozelandés sir Edmund Hillary, apicultor y alpinista experimentado, y Tenzing Norgay, sherpa de origen nepalí, dejaron así su huella en la historia del siglo XX al llegar adonde muchos otros lo habían intentado y fracasado hasta entonces.
Liderada por el coronel sir John Hunt, la
expedición se llevó a cabo bajo el auspicio del
Himalayan Committee, una entidad británica
específicamente creada para supervisar
expediciones en el macizo alpino y cofundada
por la Royal Geographical Society y el Alpine
Club británico. En total, el equipo constaba de
16 miembros. Pero las limitaciones logísticas
de semejante aventura implican tener que
recurrir a cientos de porteadores para transportar las toneladas de material imprescindible a lo largo de todo el recorrido. Rolex también participó en la aventura, ya que relojes Oyster Perpetual formaban parte del material transportado. «Los relojes Oyster Perpetual de
Cover Watch
Rolex con los que iban equipados algunos miembros de la expedición británica han demostrado una vez más su fiabilidad en el Everest», escribirá sir John Hunt a su regreso. «Estamos muy satisfechos con la total precisión con la que indican la hora. Esta cualidad ha permitido garantizar la sincronización de la hora entre los distintos miembros del equipo (...). Funcionaron de maravilla y pasamos a considerarlos una parte importante del equipo de alta montaña».
El Himalaya:
un laboratorio viviente
Las condiciones en alta montaña constituyen un excelente entorno para evaluar la fiabilidad y robustez de un reloj. Para Rolex, el Himalaya ha representado un laboratorio a cielo abierto a su disposición.
Durante la primera mitad del siglo XX, el Himalaya y sus picos inexplorados suscitan el interés de las naciones y fascinan a alpinistas de todo el mundo. En particular el Everest, ese coloso que reina sobre la mítica cadena montañosa, despierta auténticas pasiones. Esa atracción internacional por las cimas más altas, unida a la posibilidad de poner a prueba sus
relojes en un entorno real, llevará a Rolex a asociarse con numerosos grupos de alpinistas pioneros. En total, entre 1933 y 1955, al menos 17 expediciones dispuestas a conquistar las cumbres más altas iban equipadas con relojes de la marca.
En 1994, ya aclimatado tras su ascenso al Everest una semana antes, Ed Viesturs logró escalar el Lhotse en tan solo tres días.
© Rob Hall.
El explorador polar Alain Hubert durante la expedición The Arctic Arc en 2007. © Rolex/René Robert
Instalada en la Antártida y construida por iniciativa de Alain Hubert, la estación de investigación Princesa Isabel es la primera base científica que utiliza únicamente energías renovables. © Alain Hubert.
Entre 1992 y 1993, Erling Kagge atraviesa el Polo Sur en solitario y sin asistencia, durante un periplo que se prolongará más de cincuenta días. Cortesía de Erling Kagge.
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Estos relojes han sido testigos de varios ascensos en primicia, comenzando por el Everest en 1953 –la cima más alta del mundo, que culmina en 8848 metros de altitud–; el K2 en 1954, segunda cumbre más alta del mundo, a 8611 metros; el Kangchenjunga en 1955, tercer pico más alto del mundo, a 8586 metros; y el Makalu ese mismo año, quinta montaña más alta del mundo, a 8485 metros.