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From the mind of...
Reloj de bolsillo tourbillón de tres puentes de Girard Perregaux.
Sí, en la bolsa del suéter...
Manuel Mejía
Pensar que en la actualidad es prácticamente imposible ver a alguien portando un reloj de bolsillo en un día normal, y ni siquiera en alguna ocasión que requiere vestirse de gala. Mucho antes de que existieran los relojes de pulsera, los de bolsillo eran los que usaban quienes deseaban medir el tiempo. Estas piezas pertenecían a las personas más adineradas, aquéllas que podían mandarse a hacer un reloj personalizado, con grabados o con las complicaciones de su preferencia. De hecho, el reloj de bolsillo nace por la necesidad de “viajar todo el día” con un reloj a la mano. En un principio lo lógico fue sujetarlo a una cadena para poder consultarlo cuantas veces fuera necesario. Hoy empero, en el mundo en que vivimos parece que la funcionalidad de las correas inventadas por Louis Cartier (nieto del exitoso joyero de la época Louis-Francois Cartier) no ha perdido vigencia. Cartier fue la primera casa relojera en poner correa a un reloj, destinado a Alberto Santos Dumont, a fin de que el aventurero se lo pudiera amarrar al pulso y llevarlo consigo en sus experimentos de vuelo. Es así como Cartier se convierte en el inventor del reloj de pulsera. Pero volviendo a los de bolsillo: digamos que eran algo parecido al reloj monumental de las ciudades, con la diferencia de que ahora se cuenta con la tecnología para poder llevar la contabilización del tiempo de manera personal y a cualquier lado. Además, era propio de aristócratas poseer uno, ya que no cualquiera podía llevar un reloj y menos mandarlo a hacer. Se dice fácil, pero fue preciso conseguir un órgano regulador como la espiral para contener el tiempo en un reloj de bolsillo. Una vez
dominado ese arte -que nace en Francia-, la alta sociedad de la época encontró algo más que joyas para llevar encima. De aproximadamente 1300 d.C. son los primeros registros del reloj de sol, es decir, tuvieron que pasar 350 años para transitar a la relojería mecánica y de ahí a la de los monumentos, los relojes de salón, hasta artefactos que pudieran portar las personas. Fue así como el reloj de bolsillo se convirtió en una pieza de reyes y nobles. Alrededor del año 1650 su construcción se convirtió en un verdadero arte, pues además de ser sumamente exactos, también se incluía en ellos los caprichos de quienes los adquirían. Estos relojes se hicieron famosos en Alemania, sobre todo en la ciudad de Nuremberg.
¿De donde vienen y dónde estarán? Los relojes de bolsillo han enriquecido toda una época y han sido escuela para lograr piezas más pequeñas. Recuerdo que el que tenía mi abuelo colgaba de una cadena y siempre lo guardaba en la bolsa derecha de su suéter, ya que se resistía a usar el de pulso porque le encantaba voltear a ver la hora en su reloj, el cual sostenía en la mano derecha. ¿Hace cuánto que no se pone un reloj de bolsillo? Más aún: quizá nadie piensa ya en comprarlos, quizá regresarán como tendencia algún día... Yo los he visto en prestigiadas marcas y en cantidades limitadas, pero siempre están presentes. Me tranquiliza que las buenas Manufacturas sigan pensando en ellos y por ende, que haya clientes que los compren. ¡Qué elegantes y bellos se ven! ¿No cree usted? Tal vez se deba a que cuando veo el de mi abuelo, me siento como él cuando consultaba la hora con su mano derecha...
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