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Mauricio Berger
Entusiasta, alegre y con una vitalidad envidiable, así es Mauricio Berger, una auténtica institución en el medio joyero nacional e internacional.
A sus 80 años conserva intacta la pasión por las joyas y piezas extraordinarias, en cuyo proceso creativo sigue participando activamente en su taller.
Watches World tuvo el honor de visitar a don Mauricio en la emblemática tienda de Berger Joyeros, ubicada en el número 438 de Avenida Presidente Masaryk, recinto donde con nostalgia y emoción nos habló de sus primeros días en México, de las enseñanzas de su padre, del crecimiento y evolución de la firma, así como del orgullo que siente al ver a las nuevas generaciones Berger involucradas en el negocio familiar. Este es un pequeño homenaje a un hombre brillante en todos los sentidos.
Watches World: Cuéntenos, ¿cómo fue su primer acercamiento al mundo de la joyería? Mauricio Berger: Este negocio lo inició mi padre, Alex Elías Berger, quien fuera el socio número 106 de La Bolsa de Diamantes en Bélgica. Fundó en Amsterdam, Holanda, un taller especializado en el tallado de diamantes y posteriormente, se dedicó a la compra y venta de estas piedras preciosas.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, emigramos hacia América vía Francia, España y Portugal, hasta que llegamos a La Habana, Cuba, donde abrió el primer taller especializado en tallado de diamantes.
WW: ¿Cuándo y cómo fue que llegaron a México?
MB: Nosotros no queríamos establecernos en Cuba, en realidad pretendíamos llegar a Nueva York, pero no se pudo por cuestiones políticas. En 1943 nos enteramos de que se iba a abrir una fábrica de diamantes en México y fue así como se consiguió el permiso para venir acá. Abrimos el primer centro de tallado en la calle de Tabaqueros en el Centro de la ciudad, yo tenía en esa época 14 años y a los 18 empecé a trabajar junto con mi hermano.
WW: ¿Qué recuerda del México de aquella época?
MB: Era muy bonito y sigue siendo muy bonito. Quiero mucho a este país porque realmente aquí nos hicimos, crecimos y engrandecimos el negocio tanto mi papá como mi hermano y yo, ya que nos ocupábamos de surtir de diamantes a todos los joyeros de México. En aquellos años sólo nos dedicábamos a los diamantes, aunque poco a poco incorporamos al negocio piedras preciosas como zafiros, esmeraldas, rubíes, perlas cultivadas y comenzamos a fabricar joyería. WW: ¿En qué se inspira para crear una pieza?
MB: Para mí el proceso es bellísimo, es algo que siento, pienso y sueño por la noche. Me encanta la creación de una pieza de joyería, la cual primero dibujamos, luego hacemos en plastilina, en cera y por último la vamos rectificando. Yo la sueño, si la tengo en mi mano me emociona y si sale bien, la presumo.
Todo lo que sale del taller es como si fuera un hijo mío: lo siento, lo quiero y muchas veces me duele deshacerme de alguna pieza por todo lo que implicó hacerla. Yo soy un apasionado de la joyería, de las piezas extraordinarias, todo el día estoy metido en esto.
WW: ¿Cuándo y por qué decidieron abrir la primera tienda?
MB: Veíamos que los particulares nos buscaban para que les vendiéramos, entonces tomamos la decisión. Como para la gente era muy incómodo ir al Centro –donde estábamos-, buscamos un lugar más accesible, como Polanco.
Rita Segura
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