Abraham-Louis Breguet es considerado como el mejor empresario y relojero de la historia, pues contribuyó a la creación de las primeras redes de distribución a partir de la buena reputación construida con base en la buena recomendación de su selecta clientela: Napoléon Bonaparte, Marie Antoiniette, Caroline Murat, Aleksandr I, Selim III, entre muchos otros, dieron fe del talento de Breguet en su momento, provocando que años más tarde otros nombres como Winston Churchill, se enamoraran de sus guardatiempos.
Actualmente comprar un reloj no es exclusivo de unos cuantos, la posibilidad de hacerlo es amplia y un elevado número de personas tienen la fortuna de portar una pieza que indique el tiempo en el que viven, incluso en el teléfono celular. Sin embargo, hace un par de siglos la horología estaba limitada a quien podía pagar por la pieza, que era producto de las horas hombre de unos pocos genios capaces de dominar el arte de la mecánica y la miniaturización de la misma al interior de un reloj de bolsillo, por ejemplo.
De estos personajes destaca Abraham-Louis Breguet, quien contribuyó a la creación de las primeras redes de distribución a partir del buen nombre que sus guardatiempos fueron cosechando en cada uno de sus clientes, no obstante, el inicio no fue sencillo para nuestro personaje. Abraham-Louis Breguet abandonó su hogar en Neuchâtel siendo apenas un adolescente y se dirigió a Versalles y París con la intención de convertirse en aprendiz de relojero. En 1775 abrió su propio taller en la Ile de la Cité de París con la ayuda de Abbot Joseph-François Marie. La aristocracia francesa no tardó en convertirse en la clientela de Breguet, pero en tiempos de la Revolución se vio obligado a abandonar Francia. Regresó en 1795 para reconstruir su negocio.
1798 – L’impératrice Josefina: destaca dentro de la familia Bonaparte como un extraordinario ejemplo de lealtad para con la relojería Breguet. Efectivamente, comenzando por Napoleón, casi todos los miembros de la familia fueron entusiastas coleccionistas de sus creaciones. A Napoleón le siguió Josefina en 1798 y 1800, quien reanudó contacto con la firma en 1806, y a ella le sucedió su hija, la reina Hortensia, en 1810 y 1812.
1798 – Napoléon Bonaparte: no dudó en adquirir diferentes creaciones de Breguet, de entre las cuales destaca un reloj de carruaje No. 178 con repetición de minutos. En abril de 1798, un mes antes de partir para su campaña en Egipto, el general Bonaparte adquirió tres piezas particularmente representativas de la producción de Breguet: un reloj repetidor con escape aislado denominado N° 38, un reloj de carruaje repetidor con calendario N° 178 (el primero en su especie) y un reloj repetidor perpétuelle N° 216. Se dice que Napoleón requería no sólo de instrumentos confiables, sino de piezas refinadas que simbolizaran su poder y estatus social.
1782 – Marie Antoiniette: la reina fue una de las más fervientes admiradoras de las creaciones de A.-L. Breguet. Además de poseer varios diseños del maestro relojero, María Antonieta lo recomendaba con mucho entusiasmo a todo el reino, así como a los miembros más excelsos de la corte. La reina fue una clienta regular del taller del Quai de l’Horloge, situado en pleno corazón de París, hasta su trágica muerte e incluso llegó a solicitar “un simple reloj Breguet” cuando estaba en su celda de la cárcel Temple en septiembre de 1792.
1804 – Selim III: el sultán turco y emperador otomano encargó diferentes guardatiempos, pero que fungió como asesor para ampliar la clientela del suizo y conquistar aquel mercado gracias a la información que brindó sobre el gusto particular sus connacionales.
1808 – Caroline Murat: encargó alrededor de 34 piezas a Breguet, siendo una defensora de las artes y admiradora de las piezas desarrolladas por esta Casa. Gracias a Caroline, en 1810 nace el primer reloj de pulsera, el Reine de Naples, que continúa siendo un referente en la relojería femenina. Carolina Murat completó su colección con una serie de termómetros, barómetros y varias docenas de relojes comerciales menos costosos que compró con la intención de obsequiarlos.
1809 – Aleksandr I: el zar ruso visitó el taller de A.-L. Breguet en Quai de l´Horloge solicitando el Classique Réveil du Tsar, una pieza excepcional con indicación de segundo huso horario. Además, el zar realizara un pedido de varios podómetros, metrónomos destinados a regular los tiempos de las marchas militares; ocho de ellos le fueron entregados entre 1820 y 1822.
1843 – Gioachino Rossini: fue propietario del reloj Breguet nº 4604, un reloj muy pequeño y sencillo, con calendario, caja de oro con decoración guilloché, carátula de plata descentrada, con escape de áncora.
1901 – Winston Churchill: era un cliente habitual de Breguet, a veces en calidad de comprador, como en 1928, y a veces en calidad de cliente, cuando traía para revisión el reloj que lució toda su vida, el Nº 765. Se trató de un excepcional cronógrafo con repetidor de minutos y segundero parcial, adquirido en 1890 por el duque de Marlborough.
1903 – Arthur Rubinstein: probablemente el pianista más distinguido del siglo. Su reloj Nº 1682 con fecha y termómetro era excepcional, dada su rarísima forma ovalada y tenía una curiosa historia.