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From the mind of...
En las calles y en la muñeca...
Rotores y motores, calibres y bloques de metal, engranes y velocidades, cronómetros y velocidad, pedales y pulsadores, todas maquinarias que han fascinado al hombre y han cambiado el mundo.
A principios del siglo pasado, cuando el automóvil llegó a los consumidores, se crearon las carreteras. Cuando se inventaron
los relojes, los barcos encontraron su ruta exacta. Precisamente cuando los ingenieros planeaban cómo fabricar el auto en serie para hacerlo accesible, otros intrépidos hombres ideaban cómo poner
el reloj en la muñeca y con ello, hacerlo asequible y funcional en el día a día.
Imagine un mundo sin vehículos o sin relojes: quizá se visualizó en una playa desierta y hambriento, pero ahí mismo vería salir el sol y la luna, tendría que moverse cada vez con mayor eficiencia en su isla y los ciclos de la naturaleza repercutirían en las funciones de su cuerpo. En fin, tantos ejemplos donde la tecnología que ha desarrollado el ser humano converge en las maquinarias que dan vida a los autos y a los relojes.
Actualmente disponemos del caucho, ese material que nos permite llevar el reloj en la muñeca y que no sólo se ha puesto de moda, sino que ha demostrado ser una tendencia que nos deja portar los guardatiempos con un estilo diferente. El caucho cuenta con un sinfín de aplicaciones: desde aislantes al ruido y a los golpes, pasando por usos domésticos, hasta llevar el más fino reloj o conceder la mayor seguridad y agarre en una curva al manejar una motocicleta. Hemos hablado de metales, de fibras de carbono, de silicio, todos ellos materiales que comparte nuestra industria con la automotriz.
Antes de los años ochenta, la combinación de un reloj con diamantes y correa de caucho, o una caja de metal vulcanizada para dar apariencia de este material, era simplemente una locura. Sin embargo, las cualidades del caucho le han valido un lugar en el mundo de la alta relojería: no se quiebra, tiene propiedades antialergénicas, es moldeable, cómodo en climas cálidos o fríos, seguro y su fino acabado se puede encontrar... ¡hasta debajo de la manga de una camisa de smoking!
Cómo olvidar las llantas del coche de mi abuelo: la elección
entre cara blanca o cara negra, la ansiedad que causaba saber a qué presión debían ir y medir su desgaste. Seguro si él hubiese visto estas correas, las hubiera disfrutado como buen aficionado a los autos... Recuerdo aún el brazalete de su reloj: pequeñas piezas unidas por mecanismos flexibles, que no necesitaban broche pues se alargaban para ponérselo. Sin duda esas piezas también incorporaban materiales derivados del caucho con la función de ser flexibles. Me permito dedicarle a él la toma fotográfica de esta edición:
“Los mejores cauchos del mundo”.
Manuel Mejía
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