Page 72 - Impreso
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                  Special Report
Vivirá en los tictac de cada Ulysse Nardin
Guillermo Lira
En Navidad recibí una tarjeta suya. Fue algo muy grato, porque pocas personas las envían y menos aún incluyen en ellas a su familia para desearte paz y felicidad en esas fechas. Con este delicado detalle pude percibir el gran orgullo que sentía por su núcleo familiar, ya que fue un hombre que disfrutaba de ser padre y esposo. Tuve el gusto de charlar con él varias veces y a través de estas pláticas, comprobar su pasión por los relojes y por Ulysse Nardin. El acceso a sus palabras, sus pensamientos y sus estrategias no era limitado, por lo que se podía establecer con él cercanía y confianza. A menudo se le veía con sus distribuidores mayoristas y minoristas, así como con los medios de comunicación, acompañado de su equipo y empleados. Sus comentarios siempre eran positivos, aun cuando los tiempos impusieran retos difíciles. Asimismo, su pensamiento invariablemente se centraba en la razón y en los panoramas alentadores. El aprecio que por él se generó en el medio relojero, se sigue percibiendo en cada tictac de los relojes de su marca. Hoy, cuando él ya no puede contar el tiempo, quienes lo conocimos le concedemos un valor especial al tiempo que estuvimos cerca de él, así como al tiempo que indefinidamente seguirán midiendo los relojes que legó a Ulysse Nardin.
En lo personal, extrañaré muchísimo a Rolf W. Schnyder. Sin él, la exposición de Basilea no será lo mismo, ni las presentaciones históricas como la del Freak. Nunca olvidaré su amplia sonrisa cuando visité su Manufactura, precisamente donde descubrí -junto a él- a través de un microscopio, una espiral hecha de diamante. Sus esfuerzos por innovar, mejorar y conservar los valores de la relojería han marcado una época con relojes distintos, atrevidos y que simbolizan no sólo horas y minutos, sino la importancia de los movimientos del sol, la tierra y las estrellas. Mecanismos cada día más sofisticados elaborados
Special Tribute
 WATCHES WORLD
con materiales nuevos y grandes obras como sus relojes que muestran el espectáculo en movimiento de una escena, como su nuevo guardatiempo con autómatas Alexander the Great, o que interpretan una gran melodía como el Sonata. Dichas piezas hoy son invaluables, por ejemplo, la que conservará un amigo a quien el mismo Rolf envió una carta confirmándole la próxima entrega del Freak Rolf que había solicitado.
Hoy, hechos como éste no tienen ningún valor monetario, pero sí un profundo significado.
No vi la expresión de su cara cuando en 1983 adquirió Ulysse Nardin, pero en cambio tengo presente su sonrisa y su humilde sentido de orgullo por los retos superados por su equipo. Puedo imaginar la emoción que sintió ese día, al igual que compartí sus entrevistas, conferencias y juntas informales en varios restaurantes de Basilea a través de los años. Curiosamente, la primera y la última reunión donde tuve oportunidad de verlo fueron en el mismo restaurante. ¿Quién iba a pensarlo?, hacía sólo unas semanas había estado con él en una cena, pocos días antes de su fallecimiento. Dejó marcado el calendario con el 14 de abril como el día en que nos dejó para seguir viviendo en cada movimiento, pieza y manecilla de los miles de relojes que se produjeron bajo su mando. Eterno viajero, tuve el gusto de saludarlo en México, donde pudimos compartir su alegría dentro de las instalaciones de Ulysse Nardin. Excelente conversador, sus entrevistas siempre terminaban en descubrimientos especiales y aprendizajes únicos.
Hoy nos deja, como algún día lo haremos todos, sin embargo, no todos dejan la huella que él imprimió a lo largo de los casi 30 años que estuvo al timón de una gran empresa. Donde quiera que esté, sabe que apreciamos lo que nos heredó a los que valoramos su obra. Como decía mi abuelo: “En vida hermano, en vida”.
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