En la Manufactura Breguet se respira historia desde antes de franquear la puerta automática de cristal que da al vestíbulo. Se ubica en la Rue Alfred Lugrin del pueblo de L’Orient, Suiza. Lugrin fue el fundador de Lémania, el legendario fabricante de relojes y mecanismos que proveía a algunas de las Casas suizas más prestigiosas.
Desde 2001, Breguet ocupa la antigua sede de Nouvelle Lémania, como se rebautizó a esa marca en 1981. Las instalaciones son amplias y modernas, y Breguet ha hecho varias expansiones. Pero en cada momento de la visita, uno tiene la sensación de estar caminando sobre los pasos de los gigantes que crearon varios de los relojes más importantes de las últimas décadas.
En términos de legado, Breguet no le pide nada a ninguna otra Maison de Alta Relojería. Por el contrario, la firma custodia un patrimonio sin comparación en el sector: el de Abraham-Louis Breguet (1747-1823), considerado uno de los mejores relojeros –o el mejor– que ha existido. Ese reconocimiento unánime se debe no solo a las múltiples invenciones de su autoría, como el tourbillon, el muelle de gong o la espiral Breguet. También tiene que ver con la maestría estética que lo llevó a crear el “estilo Breguet” con elementos que se utilizan hasta la actualidad, como el guilloché, las agujas pommé y las cifras arábigas Breguet.
Artesanía mecánica
En nuestro recorrido por la Manufactura, somos testigos de los enormes esfuerzos que la Casa realiza para mantener vivos los oficios artesanales, en especial el guilloché. Tiene uno de los talleres más grandes de la especialidad en Suiza. En ese espacio hay unos 30 tornos actuales fabricados por Breguet, que parten del mismo principio de funcionamiento de los tornos antiguos que la firma restaura para exponer en sus boutiques. Aunque son prácticamente idénticas a sus predecesoras, las máquinas modernas cuentan con una mejor ergonomía, una lente equipada con una lupa binocular y una precisión de vanguardia.
Abraham-Louis Breguet introdujo el guilloché en la relojería en 1786, luego de un viaje a Londres en el que vio unos muebles de madera decorados con esta técnica. Además del atractivo estético del resultado, Abraham-Louis detectó que sus propiedades antirreflectantes mejorarían la legibilidad de la carátula. Además, ayudarían a diferenciar las complicaciones y protegerían contra el desgaste las superficies pulidas.
Posibilidades infinitas
La decoración guilloché es un tipo de artesanía mecánica que consiste en el grabado de precisión sobre materiales en cuadrículas de líneas rectas, curvas o discontinuas. Se lleva a cabo con la ayuda de tornos especiales que crean formas circulares o patrones lineales. Diseñados en paralelo o en intersección, estos surcos forman un diseño repetitivo y simétrico. “Aunque requiere el empleo de una máquina, sería incorrecto clasificarlo como una práctica industrial”, dice la marca. “De hecho, es totalmente artesanal, en el sentido de que todo se controla a mano: la mano izquierda maneja la herramienta utilizando un mango, mientras que la mano derecha guía el cincel, que está fijado a un carro”.
Algunos de los patrones más conocidos de guilloché son clou de Paris (clavos de París), panier (cesta) y flammé (llamas). Pero, como dice uno de los especialistas de Breguet: “Las posibilidades que nos abre un torno de guilloché son infinitas. Podemos ir hasta donde nos lleve la imaginación”. La técnica no solo sirve para adornar las carátulas, sino también las cajas, las masas oscilantes, las platinas y los puentes. Es tal el dominio de los artesanos de la Maison que incluso usan el guilloché en carátulas de madreperla, un material tan frágil que es necesario que el cincel tenga punta de diamante sintético para no romperlo.
El desafío del grabado
Breguet se ha tomado con igual seriedad su taller de grabado, uno de los mejores de la Alta Relojería. En sus mesas de trabajo, los artesanos cuentan con las mismas herramientas que se usan desde hace siglos. Además, tienen microscopios binoculares y lámparas. La guía nos explica que el departamento educativo de la Casa capacita a los aprendices en el tipo de grabado de Breguet.
El proceso empieza fijando el componente a grabar en una base con cera o en un soporte desarrollado especialmente para esa parte. Según la línea a diseñar, el grabador mueve la mano que sujeta el buril o gira el soporte manteniendo el buril fijo. Una técnica es la del tallado suave (motivos en volutas), que produce líneas finas y largas con un control de la profundidad que se determina por la presión ejercida: más fuerte en el impulso inicial y ligeramente menor después. Muy pocos la dominan hoy en día.
Hay motivos complejos que requieren buriles con puntas de diferentes formas para producir un efecto de profundidad. Otro desafío importante es el de la decoración de los puentes de los movimientos, ya que, por lo general, el grabado continúa de un puente a otro.
Durante nuestra visita, un grabador trabaja en el Marine Équation Marchante 5887 y nos dice que algunos elementos del grabado miden 1/10 de milímetro. ¿Hay algo más difícil? Posiblemente sí: los puentes de los mecanismos esqueletizados son muy frágiles, porque se ha retirado la mayor cantidad posible de metal para calarlos. Por ello, hay que construir soportes específicos que mantengan cada pieza en su lugar, protegiéndola al mismo tiempo de las deformaciones. Por cierto, Breguet es una de las pocas firmas relojeras que graba a mano las letras y los números que aparecen en el fondo de la caja.
Achaflanado exquisito
Como parte de su filosofía de preservar los oficios artesanales, Breguet tiene un taller de achaflanado con artesanos sumamente capaces. Y su departamento educativo trabaja en la formación de nuevas generaciones. Verlos en acción en medio del silencio reverencial de la Manufactura, con tanta dedicación y destreza, nos recuerda por qué nos apasiona la Alta Relojería.
El achaflanado consiste en eliminar con una lima las aristas vivas de los distintos componentes formando un chaflán o un bisel de 45 grados, cuyo ancho debe ser constante y con ángulos perfectamente paralelos. No hay una herramienta para medir este acabado, sino que se confía en la experiencia del especialista. Se utiliza papel de lija para suavizar las superficies y que ofrezcan una sensación táctil idéntica. Luego se pasa al pulido con pasta de diamante, que debe quedar perfecto para que el reflejo sea uniforme, sin torsiones ni facetas.
Las esquinas entrantes solo deben mostrar una línea pura, formada en el punto de encuentro de los dos chaflanes, como explica la Casa. Ninguna máquina permite obtener un resultado tan exquisito como éste. Según Breguet, su taller de achaflanado es el más importante de Suiza.
En la visita pudimos conocer otros departamentos de la Manufactura, como el de restauración. Ahí vimos el mítico reloj Marie-Antoinette N°1160 –la reproducción del reloj que Breguet hizo para la reina María Antonieta–. También visitamos el taller de tourbillones, donde nos explicaron el funcionamiento de maravillas como el Double Tourbillon 5347, y el taller donde restauran los tornos de guilloché antiguos. En cada lugar que recorrimos se sentía la presencia de Abraham-Louis Breguet (aunque, obviamente, él nunca estuvo ahí). Y eso solo puede ser una buena noticia.