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Historia de los relojes de aviación: origen, características y modelos emblemáticos


 |  5 febrero, 2025

Los relojes de aviador son un must para los coleccionistas, y no faltan razones: sus características y su estética son tan atractivas como la historia del personaje que los inspiró.

Alberto Santos-Dumont
c. 1909. Alberto Santos-Dumont. Credit: Archive Photos.

“Necesito un instrumento de medición con el que pueda consultar la hora con un solo golpe de vista, uno que me ayude a medir el tiempo, a leer la hora rápidamente, con tan solo desviar la mirada una fracción de segundo y sin quitar las manos de la palanca de mando…” Este bien podría haber sido el pensamiento del pionero de la aviación, Alberto Santos-Dumont cuando, en 1904, decidió encargar a su amigo, Louis Cartier, la fabricación de una pieza que se convertiría en el primer reloj de pulsera para hombre.

El privilegio de leer la hora con tan solo colocar la muñeca frente a los ojos ya era posible para las mujeres, para quienes se fabricaban relojes de pulsera desde casi un siglo antes. Fue en 1810 cuando la hermana de Napoleón Bonaparte, Carolina Murat, reina de Nápoles, se hizo del primer reloj de pulsera, pues en aquella época no era bien visto que las mujeres portaran relojes, y sus vestidos, que no tenían bolsillos, no propiciaban su uso. Así, la solución fue “ocultarlos” en brazaletes que portaban a manera de joyas, por lo que estaban destinados a lucirse como accesorios decorativos y no como un instrumento funcional.

Desde su origen, los relojes aviador estaban ya destinados a revolucionar el mundo de la relojería. En el momento de su creación, Santos-Dumont tenía muy claros los principios fundamentales que había de tener la pieza que solicitaba: debía ser innovador, funcional y sobre todo, preciso, peticiones que Cartier cumplió a cabalidad cuando le entregó el primer ejemplar del ahora icónico Santos. Desde aquella época, la historia de los relojes de aviador ha avanzado casi a la par que el mundo de la aviación: con valentía, mucho ingenio y el firme propósito de alcanzar lo que entonces parecía difícil de conseguir.

Casi tan importantes como las alas que los guían, el combustible que los impulsa y el aire que los sostiene, los relojes han progresado sin tregua. El primer reloj solo permitía ver la hora, con gran precisión y claridad, por supuesto, pero estaba muy lejos de los que conocemos actualmente. Conforme las Casas relojeras fueron fabricando sus propias versiones, se les agregaron propiedades y funciones hasta llegar a reunir las características que los relojes aviador tienen actualmente.

Pero ¿cómo se fueron desarrollando? Tras la producción de la primera pieza para el padre de la aviación, el francés Louis Blériot consiguió cruzar el Canal de la Mancha en 1909 con la ayuda de un Zenith Pilot que otorgaba una gran legibilidad y precisión, lo que impulsó enormemente el renombre de esta Maison al grado que el mecanismo de este reloj se integró al tablero de mando de los aviones franceses que se produjeron entonces.

Las innovaciones del Pilot consistían en la integración de números arábigos, en lugar de los numero romanos del Santos, una gran carátula y una corona enorme que permitía su manipulación fácilmente mientras portaban los guantes que los pilotos solían llevar durante el vuelo.

Relojes Zenith

El siguiente gran hito de la aviación ocurrió en 1927, cuando Charles Lindbergh cruzó el Atlántico sin escalas a bordo del Spirit of St. Louis acompañado de un reloj Longines que contaba con la innovadora función de ángulo horario que consiste en mostrar una equivalencia de la longitud en una distancia angular; esta representa la diferencia horaria entre Greenwich (GMT) y cualquier otro punto de la Tierra.

Es decir, con este reloj le fue posible medir su posición respecto de un determinado punto celeste mediante un sextante, para después buscar dónde estaría el mismo elemento a la misma hora en GMT con lo que le fue posible calcular su longitud y latitud.

Unos años después, en 1931, se lanzó el Longines Lindbergh Hour Angle, diseñado por el propio Lindbergh, que se hizo asesorar por Philip Van Horn Weems, quien formaba parte de la Marina estadounidense. Weems fue el auténtico inventor de dos de las características más importantes de los relojes de piloto: el bisel giratorio y la función conocida como flyback, es decir, la capacidad de detener el movimiento del segundero y reiniciarlo con solo oprimir un pulsador.

Estas dos funciones fueron fundamentales para auxiliar a los pilotos durante la navegación, sobre todo cuando no hay puntos de referencia visibles, como por la noche o al cruzar el océano. Como vemos, no es gratuito que Longines sea Cronometrador Oficial de la Federación Aeronáutica Internacional.

Nos guste o no, el desarrollo de los relojes de aviador ha estado estrechamente ligado a las exigencias y necesidades de la milicia, así que no es extraño que con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial se creara una pieza conocida como los B-Uhren, que reunían ya desde entonces varias de las características que debía tener un reloj de aviador: manecillas luminiscentes, números arábigos, y un calibre muy preciso resguardado en una caja de 55 mm.

El B-Uhren fue precursor de algunos de los más icónicos relojes de aviador, como los creados por IWC Schaffhausen, entre los que destacan las piezas que integran las colecciones Big Pilot y Top Gun, diseñados para la milicia británica y la Navy Fighter Weapons School (TOPGUN), respectivamente, y que ya en 1936 incluían, entre otras características fundamentales para la aviación, el anti-magnetismo y la cualidad de soportar temperaturas de -/+ 40 grados Celsius.

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Otro gran precursor de los relojes para piloto es Breitling, que incluso fundó una división dentro de su manufactura llamada Huit Aviation, dedicada exclusivamente a desarrollar los relojes aviador más sofisticados y precisos buscando satisfacer la cada vez más exigente demanda, tanto civil como militar. La firma ideó una serie de pruebas propias a las que sometía sus piezas, como temperaturas que iban desde los -40°C hasta los +100°C, mesas vibratorias e inspección radioeléctrica.

Para 1940, patentó un sistema capaz de realizar las más variadas operaciones matemáticas aplicables a la aviación, como telémetro, taquímetro y pulsómetro, y lo integró en 1942 al icónico Chronomat, una contracción de Chronographe-Mathematique. En 1954, Breitling lanzó el Navitimer, uno de los relojes más funcionales del mercado, pues era un versión más moderna y sofisticada del Chronomat que proporcionaba a los pilotos mediciones invaluables durante el vuelo, como reserva de combustible, velocidad y distancias, entre muchas otras. Además, era lo suficientemente equilibrado y refinado para usarse también en el día a día.

Con la creciente popularidad de los vuelos intercontinentales, se cambiaba de husos horarios cotidianamente, lo que supuso un nuevo desafío para los pilotos, así que la ahora extinta Pan American World Airways encargó, nada menos que a los maestros de la precisión, Rolex, una pieza para enfrentar este desafío. Así, en 1954, la firma de la corona lanzó el emblemático Oyster Perpetual GMT-Master, capaz de mostrar dos husos horarios con un solo golpe de vista gracias a su bisel bicolor giratorio y su exclusiva manecilla de 24 horas.

La historia de los relojes de aviador no estaría completa sin mencionar el Air Command de Blancpain que vio la luz por primera vez en 1956. Contaba con las funciones clásicas de un aviador como la función flyback, un bisel bidireccional del tipo «cuenta atrás» con cifras e índices luminiscentes y resistencia al magnetismo. Su más reciente versión incorpora materiales de última generación como el titanio y el silicio.

Finalmente, cualquier recuento sobre la historia de los relojes aviador estaría incompleto sin mencionar a Bell and Ross, la Maison que ha hecho de la aviación su leitmotiv, especializándose en la producción de relojes inspirados en los instrumentos aeronáuticos de medición más sofisticados. Partiendo de la filosofía “la función crea la forma” lanzaron el Aviation, un reloj-instrumento único diseñado en conjunto con los pilotos aviadores más extremos –los militares– además de ingenieros y maestros relojeros.

Las piezas de Bell and Ross no dejan un ápice de duda acerca de su precisión, legibilidad y funcionalidad, prueba de ello es que son socios oficiales de la Patrouille de France, entre otros reconocimientos que los han convertido en referencia indiscutible en la creación de este tipo de relojes que han conseguido dominar mucho más que solo el tiempo.

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Durante más de 20 años he escrito sobre arte, moda, estilo de vida y, por supuesto, sobre relojes, siempre pensando en la precisión, la belleza y el pulso creativo del tiempo.



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