Ulysse Nardin pone el movimiento en el centro y lo enmarca con una proeza de savoir-faire artesanal para crear el nuevo FREAK, una fusión impecable de innovación mecánica y métiers d’art.
Desde su fundación en 1846 Ulysse Nardin se ha enfocado en producir instrumentos de medición ultra precisos que fueron decisivos en la exploración oceánica, cuando la navegación era esencial para la conquista de nuevos territorios. Los cronómetros de Nardin fueron fundamentales para los navíos de esa época, su fiabilidad y precisión auxiliaron a innumerables embarcaciones más que ninguna otra manufactura de la época. Con el tiempo su reputación se extendió más allá de la navegación y sus creaciones se utilizaron para cronometrar competencias deportivas y expediciones científicas.
Nunca han dejado de avanzar, se han mantenido pioneros en precisión, diseño, materiales y complicaciones. Sus colaboraciones y uso de materiales los ha llevado a crear piezas absolutamente revolucionarias, por lo que no es de extrañar que, con el cambio de siglo, produjeran una pieza desmesurada, extravagante, un fenómeno al que llamaron en consecuencia: FREAK.
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Elegancia disruptiva
Su forma extrañamente particular ha desafiado los límites de la relojería desde su creación en 2001 y no ha dejado de asombrarnos. Sin la carátula, las manecillas y la corona tradicionales, su decidido diseño avant-garde le valió al Freak [ONE] el galardón del «Reloj Más Icónico» en el Gran Premio de Relojería de Ginebra, 20 años después de su creación.
El nuevo FREAK [X GOLD ENAMEL], da cuenta de que Ulysse Nardin no piensa detenerse. A medio camino entre la maestría artesanal y el perfeccionamiento técnico, esta pieza de edición limitada a 120 unidades conjuga magistralmente la delicadeza de lo hecho a mano con lo mejor de la innovación tecnológica. Con su forma única de medir el tiempo, mostrando la hora con una aguja que flota sobre un disco giratorio, y los minutos con el propio movimiento que hace una rotación completa cada hora para marcarlos, el FREAK es una hazaña tecnológica.

Este prodigio de la relojería se presenta en una caja de 43 mm en titanio recubierto con PVD azul, la correa de aligátor se afirma a la pieza mediante dos laterales en oro rosa y se cierra con una hebilla que combina también titanio recubierto de azul y oro rosa. La mezcla de texturas y materiales es el marco perfecto para la maravilla que contiene.
La belleza de lo hecho a mano
La carátula, realizada por Donzé Cadrans –que desde 2011 forma parte de los talleres de Ulysse Nardin– despliega un disco giratorio de acabado Guilloché-Flinqué con motivo de rayos de sol. Este sugestivo patrón potencia la visión del carrusel volante, que gira alrededor de la pieza con precisión hipnótica. El Guilloché-Flinqué requiere de habilidades únicas, de esas que solo se consiguen con tiempo y dedicación, y que en los talleres de Donzé Cardans solo poseen ocho artesanos. Implica la aplicación de por lo menos tres capas de esmalte, en cada una se corre el riesgo de alguna imperfección, lo que significa desechar la pieza y comenzar de nuevo. Así es el compromiso de la firma de Le Locle con la perfección.

El mecanismo Calibre UN-230 de Manufactura, merece mención aparte. Cuenta con 21 rubíes y 214 componentes, entre ellos escape, espiral y volante de silicio, fabricados íntegramente en el laboratorio especializado en silicio, SIGATEC, parte también de Ulysse Nardin. El puente de minutos es de oro rosa y está recubierto con Super-LumiNova blanco. Tiene una reserva de marcha de 72 horas y es hermético hasta 50 metros.
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