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Mauricio Berger: una vida brillante


 |  21 abril, 2020

Entusiasta, alegre y con una vitalidad envidiable, así es don Mauricio Berger, una auténtica institución en el medio joyero nacional e internacional. A sus 90 años conserva intacta la pasión por las joyas y piezas extraordinarias, en cuyo proceso creativo sigue participando activamente en su taller.

“Yo empecé desde los 12 años en este negocio, viví toda mi vida en esto y si volviera a nacer, haría lo mismo”. Mauricio Berger.

Watches World tuvo el honor de visitar a don Mauricio en la emblemática tienda de Berger Joyeros, ubicada en el número 438 de Avenida Presidente Masaryk. Un recinto donde con nostalgia y emoción nos habló de sus primeros días en México, de las enseñanzas de su padre, del crecimiento y evolución de la firma. Así como del orgullo que siente al ver a las nuevas generaciones Berger involucradas en el negocio familiar. Este es un pequeño homenaje a un hombre brillante en todos los sentidos.

Watches World: Cuéntenos, ¿cómo fue su primer acercamiento al mundo de la joyería?

Mauricio Berger: Este negocio lo inició mi padre, Alex Elías Berger, quien fuera el socio número 106 de La Bolsa de Diamantes en Bélgica. Fundó en Amsterdam, Holanda, un taller especializado en el tallado de diamantes y posteriormente, se dedicó a la compra y venta de diamantes.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, emigramos hacia América vía Francia, España y Portugal, hasta que llegamos a La Habana, Cuba. Ahí abrió el primer taller especializado en tallado de diamantes.

WW: ¿Cuándo y cómo fue que llegaron a México?

Mauricio Berger: Nosotros no queríamos establecernos en Cuba, en realidad pretendíamos llegar a Nueva York, pero no se pudo por cuestiones políticas. En 1943 nos enteramos de que se iba a abrir una fábrica de diamantes en México y fue así como se consiguió el permiso para venir acá. Abrimos el primer centro de tallado en la calle de Tabaqueros en el Centro de la ciudad, yo tenía en esa época 14 años y a los 18 empecé a trabajar junto con mi hermano.

WW: ¿Qué recuerda del México de aquella época?

MB: Era muy bonito y sigue siendo muy bonito. Quiero mucho a este país porque realmente aquí nos hicimos, crecimos y engrandecimos el negocio tanto mi papá como mi hermano y yo, ya que nos ocupábamos de surtir de diamantes a todos los joyeros de México. En aquellos años sólo nos dedicábamos a los diamantes. Aunque poco a poco incorporamos al negocio piedras preciosas como zafiros, esmeraldas, rubíes, perlas cultivadas y comenzamos a fabricar joyería.

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WW: ¿En qué se inspira para crear una pieza?

MB: Para mí el proceso es bellísimo, es algo que siento, pienso y sueño por la noche. Me encanta la creación de una pieza de joyería, la cual primero dibujamos, luego hacemos en plastilina, en cera y por último la vamos rectificando. Yo la sueño, si la tengo en mi mano me emociona y si sale bien, la presumo.

Todo lo que sale del taller es como si fuera un hijo mío: lo siento, lo quiero y muchas veces me duele deshacerme de alguna pieza por todo lo que implicó hacerla. Yo soy un apasionado de la joyería, de las piezas extraordinarias, todo el día estoy metido en esto.

WW: ¿Cuándo y por qué decidieron abrir la primera tienda?

MB: Veíamos que los particulares nos buscaban para que les vendiéramos, entonces tomamos la decisión. Como para la gente era muy incómodo ir al Centro –donde estábamos-, buscamos un lugar más accesible, como Polanco.

La primera boutique, en Masaryk, se abrió en 1995 y solamente vendíamos joyas. Fue un momento complicado porque coincidió con la devaluación del 95, sin embargo, nos hemos mantenido y crecido mucho. También trasladamos el taller a estas instalaciones –ninguna tienda tiene su propio taller más que nosotros–. Lo que me ha permitido participar directamente en el diseño de las piezas con el maestro joyero.

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WW: ¿Hacia dónde va Berger Joyeros?

MB: Nuestra intención es seguir expandiéndonos. Por ejemplo, la tienda de Masaryk ha crecido y evolucionado. Se ha convertido en el centro joyero y relojero más grande de América con un shopping shop especializado en Rolex y otro de Patek Philippe, los espacios están bien delimitados y el área de joyería también recibió un foco central previo al centenario. Manejamos más de 50 marcas de relojes, estamos tratando de conseguir otras y nos estamos enfocando al nicho de marcas exclusivas.

WW: ¿Qué tan satisfecho se siente de que su hijo y sus nietos sigan con esta tradición?

MB: Muy orgulloso y contento porque me ayuda a seguir trabajando, me da mucha emoción que les guste este ramo y que haya un seguimiento.

WW: ¿Cuál es la enseñanza que les gustaría legarle?

MB: La honradez, porque éste es un negocio de palabra: cuando se cierra un trato nos damos la mano y con eso basta, es lo que cuenta y vale. Me gustaría que siguieran con esta tradición de confianza, ya que lo que yo aprendí de mis padres he tratado de transmitírselos a mis hijos y espero que ellos hagan lo mismo con los suyos.

WW: ¿Cuál es el secreto de su vitalidad, de su energía?

MB: El entusiasmo realmente me lo da la emoción de estar aquí todos los días y seguir creando cosas. Y no sólo voy a estar ochenta (noventa) años aquí, voy a estar muchos más.

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WW: ¿Receta?

MB: Mi vitamina son las joyas.

WW: ¿Cuál ha sido la etapa más difícil de su vida?

MB: Sin duda los momentos más arduos fueron los de la Guerra, pero realmente estar aquí no tiene precio y ésa es mi mayor satisfacción: trabajar no por dinero, sino por amor.

Las piedras son una inversión. Nosotros salvamos la vida en 1940 cuando emigramos porque mi papá tenía unas cuantas piedras que fue vendiendo en el camino, una por una, para poder sobrevivir, debido a que no estaba permitido cargar ni oro, ni cuadros, ni nada. Gracias a los diamantes llegamos hasta acá y gracias a ellos hemos hecho nuestra vida aquí.

WW: ¿Cuál considera que ha sido la clave de su éxito?

MB: Que siempre hemos estado al frente del negocio y atendemos personalmente a los clientes. Todo el tiempo estamos aquí: yo, mis hijos y ahora mis nietos. Estamos pendientes de lo que nuestros clientes quieren y eso es lo más preciado.

Berger Joyeros fue la primera firma en Latinoamérica en abrir una boutique de Bvlgari y en introducir marcas como Chopard, Roberto Coin y Marco Bicego en el mercado mexicano. Sin embargo, no fue sino hasta 1996 cuando su estrategia de negocios contempló la distribución de marcas de alta relojería como: A. Lange & Söhne, Audemars Piguet, Bell & Ross, Blancpain, Corum, Daniel Roth, Franck Muller, Gerald Genta, Jaeger Le-Coultre, Panerai, Parmigiani Fleurier, Patek Philippe, Piaget, Roger Dubuis, Ulysse Nardin y Vacheron Constantin, entre otras.

Hoy, cuenta con boutiques en Masaryk, Antara, Santa Fe, Interlomas , así como boutiques en cooperación con Rolex, Masaryk; Rolex y Panerai en el Palacio de Hierro de Polanco.

Continúa con: 100 años de Berger.

Visita: berger.com.mx

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ESCRITO POR

Comunicóloga especializada en medios impresos y electrónicos. Escribir me apasiona tanto como la alta relojería con su preciso y encantador tic-tac.



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